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Juvies y la delincuencia juvenil



¿Qué debe hacerse: juzgar a un menor de edad que comete un delito grave (como asesinato o robo a mano armada) como adulto? ¿Dónde debe cumplir su condena: en un reformatorio juvenil o en una prisión para adultos?



Son las preguntas en las que uno se queda pensando después de ver el documental Juvies, una producción de HBO que retrata varios casos de menores en los USA que han sido juzgados como adultos debido a la gravedad de sus crímenes.


El documental se filmó luego de organizar a un grupo de estos muchachos para que tomaran un taller de video. Mientras los muchachos aprenden a filmar y a hacer tomas, van contando sus propias historias. Mucho del material fue filmado por ellos mismos.


Al escuchar a los diversos protagonistas, te das cuenta que muchos vienen de un pasado inmediato saturado de violencia familiar, abusos sexuales, vida en la calle, drogas, embarazo precoz, etc. Las mismas circunstancias los envuelven en una espiral de violencia donde la incorporación a las pandillas, en medio de las cuales crecen, es algo así como “el destino natural” que pueden tener estos muchachos.


Aunque el documental está filmado y ubicado dentro de la realidad estadounidense, la presencia de hijos de migrantes latinoamericanos y su relación con las pandillas es algo que los relaciona, sin duda, con nuestra realidad, sobre todo en Centro América.



Al ser juzgados como adultos reciben también condenas de adultos y son enviados las más de las veces a prisiones de adultos. Niños de 14, 16 años con cadena perpetua o por lo menos 35 años de cárcel sin posibilidad de solicitar libertad condicional antes de cumplir 20 años de condena son algunas de las sentencias más fuertes presentadas. ¿Pero qué pasa con estos jóvenes en dichas cárceles?


Uno de ellos explica cómo ha tenido que protegerse de los pedófilos y depredadores sexuales constantemente. También explica cómo ha aprendido a construir armas en la cárcel con materiales tan sencillos como periódicos y jabón: cuchillos y bates pueden fabricarse para convertirse en armas mortales.

Una adolescente explicaba cómo en la cárcel de mujeres se convirtió en lesbiana y drogadicta, cosas que no era antes de entrar. La relación homosexual se estima no sólo como una manera de sobreponerse a la soledad sino muchas veces como un mecanismo de protección dentro de la cárcel misma. Y las drogas un buen escape, una evasión de los sentidos cuando tenés toda la vida por delante tras las rejas.

Una de las preguntas que también me hice durante el documental es qué tipo de futuro les espera a estos jóvenes cuando salen de la cárcel, una vez cumplidas las condenas. Digamos que alguien ingresa a los 14, recibe 35 años de cárcel. Por buena conducta es liberado 20 años después, saliendo a la calle a los 34. ¿Qué sabe esta persona sobre la vida, la vida real a los 34, luego de haber pasado sus mejores años preso? Los programas de capacitación para algunos oficios técnicos que les permitan ejercer algún tipo de trabajo al salir de la cárcel son pocos y deficientes. Y expuestos como han estado al contacto con todo tipo de criminales en prisión, lo más probable es que, al no poder integrarse ni ser aceptados dentro de la sociedad (porque ¿quién acepta emplear a una persona con antecedentes criminales?), no es de extrañarse que opten por la vía criminal de nuevo.

Por supuesto, habrá excepciones. Pero me pregunto si ese concepto del castigo que le imponemos a los criminales es realmente efectivo. ¿Por qué no invertir en programas de rehabilitación social y psicológica, programas efectivos que les enseñen cómo montar quizás un negocio propio, acceso a créditos, arrancar de nuevo por propio pie en esta jungla que es la vida? Digo, ya de por sí es difícil, no quiero imaginarme cómo puede ser con un historial criminal en tu haber y con tatuajes que te delaten como pandillero.
¿Por qué no pensar en programas de intervención preventiva en las zonas de mayor riesgo, programas deportivos, culturales, artísticos, tutores escolares que le dediquen el tiempo a los jóvenes que sus padres no pueden, porque muchas veces no cuentan más que con una madre que debe trabajar como desquiciada para mantener un hogar de padre ausente?
No pude evitar trasladar la realidad del documental a nuestras tierras, donde vivimos asolados por pandillas y por niños que te asaltan y te matan en el centro de San Salvador por un peso que no les das (y lo digo porque de las 4 veces que fui asaltada, 3 fueron hechos por niños de no más de 16 años), donde nuestras cárceles son, más que universidades del crimen (como son conocidas popularmente), verdaderos infiernos donde la dignidad humana ha desaparecido.

¿Qué debe hacerse con nuestros jóvenes: castigarlos ejemplarmente o rehabilitarlos? ¿Tiene oportunidades de cambiar un joven que ha sido violado, que ha vivido en la calle durante años y que lo único que ha conocido es violencia? ¿Sirven para algo esos masivos operativos de Mano Dura y Super Dura para contener la violencia juvenil que, lejos de mitigarse, parece intensificarse día a día? ¿Hasta qué punto un sistema que supuestamente debería protegernos no hace más que multiplicar la violencia y volverla contra sus propios. ciudadanos

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