Para algunos la humildad es una fortaleza, pero para otros es una debilidad derivada de la carencia de autoestima. ¿Quién tiene la razón?
Cuentan que una persona le dijo a su maestro: “Soy un buscador de la verdad”. El maestro contestó: “Si quieres encontrar la verdad hay algo fundamental que necesitas saber”. “Ya lo sé, es la irresistible pasión por la verdad”, dijo el discípulo con mucha seguridad. “No, es la humildad para aceptar que puedes estar equivocado”, respondió el maestro.
Como menciona la historia, tener la capacidad de aceptar que podemos estar equivocados, que no somos perfectos o que aún nos falta por aprender y crecer, es uno de los rasgos que definen la humildad.
La persona que demuestra humildad tiene una alta autoestima para reconocer que no es perfecta, que tiene mucho que aprender de las ideas de los demás. Se requiere de mucha autoestima para tener la humildad de reconocer los logros y éxitos de los demás sin sentirse menos.
Ser humilde no implica reducir nuestra propia valoración, más bien significa incrementar la valoración de los demás.
La humildad además nos hace personas más agradecidas, nos permite reconocer que no nos merecemos todo y nos hace valorar más lo que tenemos. Las personas más humildes son mejores miembros de equipo, porque no se sienten dueños de la verdad y tienen más apertura a las ideas de los demás. También porque aceptan mejor las críticas constructivas ya que saben que no son perfectos y pueden mejorar.
Cuentan que un discípulo que regresó de hacer servicio desinteresado en el hogar de leprosos de la ciudad, se acercó a su maestro y le dijo: “¡Me fue extraordinario! Los monjes dijeron que yo era el que cuidaba mejor a los leprosos, incluso dijeron que nunca habían tenido una persona como yo”! Al escuchar esto, el maestro arrojó bruscamente una vela al fuego y le dijo: “De la misma forma que el fuego consume la cera, tus buenas acciones se consumen cuando alardeas de ellas”.
Si uno valora la humildad, nuestro peor enemigo será la soberbia de nuestro ego. El ego es capaz de engañarnos a nosotros mismos, disfrazándose de humilde. En la mente del ego, mostrarse humilde puede ser una estrategia para ganar mayor aceptación y reconocimiento de los demás.
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