--Te lo dije que ellos iban a cree que Titín era un pelaíto. ¡Chucha pasiero la hiciste de alante!— Dumbo sentado en uno de los sillones de la sala de Dorita hablaba y al mismo tiempo palmeaba las espaldas del asesino, sentado a su lado.
Calitín, frente a los dos mostraba orgulloso la portada del diario que decía. ¡Lo pelaron! Y más abajo la fotografía del cadáver de un joven sobre el pavimento, en un charco de sangre.
Dorita nerviosa los recriminó. --¿Por qué hicieron eso? Eso va traer problemas. Eso no es bueno para el negocio. Fue la perra ésa que anda con Calitín la que metió la cizaña. Ella es la culpable.
Dumbo se incorporó lleno de ira y la agarró por el cuello, zarandeándola violentamente – ¿Qué quieres? Que sean ellos los que nos maten--
--¡Suéltame, que me tas ahorcando! ¡Me haces daño, estúpido!
Calitín intervino, lo empujó por la espalda y gritó—¡La vas a matáaa!
Dumbo la soltó y se enfrentó a Calitín. No llegaron a agredirse, pero sus miradas airadas chocaron. Iban a empezar a pelear, pero Dorita se interpuso entre ambos. Calitín optó por retroceder y salir por la puerta de atrás al patio.
***
Aquella noche del asesinato del chico de arriba, Titín se separó del grupo y tomando por otra calle rodeó la esquina, donde se reunían todas las noches sus rivales. Dumbo, Calitín y Roberto juntos a algún otro, subieron lentamente dándole tiempo para que atacara a sus víctimas.
Más rápido de lo que esperaban oyeron los disparos, atronadores y funestos y vieron al grupo de jóvenes huyendo despavoridos, buscando refugio en la oscuridad de los zaguanes de las casas próximas.
Titín, corriendo con el revólver en la mano aún, chocó con ellos cayendo al suelo. Rápidamente se levantó y todos juntos bajaron a su calle.
En la seguridad de la escalera del patio de atrás, Titín parado frente a sus compañeros no soltaba la pistola. La aferraba como un demente, hipaba, sudaba y de cuando en cuando murmuraba,--Lo maté, lo maté.... lo maté-- Finalmente arrancó a llorar. Paradójicamente fue el primero que regaló lágrimas al muerto.Allá arriba, en el pavimento, inmóvil, el cadáver de aquel jovencito, aún no se trasladaba a la portada de los diarios.
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