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Novela La Nueve - CAPITULO V

 
--Te lo dije que ellos  iban a cree que Titín era un pelaíto. ¡Chucha pasiero  la hiciste de alante!—  Dumbo sentado en uno de los sillones  de  la sala de Dorita hablaba  y al mismo  tiempo  palmeaba las espaldas del asesino, sentado a su lado.
Calitín, frente a los dos  mostraba orgulloso la portada del diario que decía. ¡Lo pelaron! Y más abajo la fotografía  del cadáver de un joven sobre el pavimento, en  un charco de sangre.
Dorita nerviosa los recriminó. --¿Por qué hicieron eso? Eso va traer  problemas. Eso no es bueno para el negocio. Fue  la perra ésa que anda con Calitín la que metió la cizaña. Ella es la culpable.
Dumbo se  incorporó  lleno de ira y la agarró por el  cuello, zarandeándola violentamente – ¿Qué quieres? Que  sean ellos los que nos maten--
--¡Suéltame, que me tas ahorcando! ¡Me haces daño, estúpido!
Calitín intervino,  lo empujó por la espalda y gritó—¡La vas a matáaa!
 Dumbo la soltó y se enfrentó a Calitín. No llegaron a agredirse, pero sus  miradas airadas chocaron. Iban a empezar a  pelear, pero Dorita se interpuso entre ambos. Calitín optó por retroceder y salir por la puerta de atrás al patio.
***
Aquella noche del asesinato del chico de arriba,  Titín se separó del  grupo y tomando por otra calle rodeó la esquina, donde se reunían todas las noches  sus  rivales. Dumbo, Calitín y Roberto  juntos a algún otro, subieron lentamente dándole tiempo para que atacara a sus víctimas.
Más rápido de  lo que esperaban oyeron los disparos, atronadores y funestos y vieron al grupo  de jóvenes huyendo despavoridos, buscando  refugio en la oscuridad de los zaguanes de las casas próximas.
Titín, corriendo con el revólver  en la mano aún, chocó con ellos  cayendo al suelo. Rápidamente se levantó  y todos  juntos bajaron a su calle.
En la seguridad de la escalera del patio de  atrás, Titín parado frente a sus compañeros no soltaba la  pistola. La aferraba  como un demente, hipaba, sudaba y  de cuando en cuando  murmuraba,--Lo maté, lo maté.... lo maté--  Finalmente arrancó a  llorar. Paradójicamente fue el primero que  regaló lágrimas  al muerto.Allá arriba,  en el pavimento,  inmóvil,  el cadáver de aquel jovencito, aún no se trasladaba a la portada de los diarios.

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