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Duendes en El Chorrillo

SOLILOQUIOS
“El sol tiene una mano / metida en la cantina” 
Demetrio Herrera S.

Ernesto Endara
ESCRITOR

En la Casa de Piedra donde vivió el pintor Benítez nació “Mano de Piedra” Durán. En aquel vetusto caserón abundaba el arte y el coraje.

“Fuerte 18”, era el equipo de básket que representaba al Chorrillo. Su entrenador-director era Oliver Zachrisson, su abanderado “El Chino” Tom. Emocionantes batallas canasteras con el “BAM” de las Cervecerías.

Desde entonces en la placita de los aburridos, los menos aburridos de la ciudad saltaban de alegría cuando en sus tableros de dominó contaban la doble cena en un buen tranque. Muy cerca de los “quina y cuadra” puso su pequeño restaurante Carmen Weldein, un homo de buena calidad humana, que años más tarde sería vilmente asesinado.

La poetisa Diana Morán, delicada pero aguerrida, vivía cerca de la panadería que se hizo famosa vendiendo en grandes canastas de mimbre el crujiente “pan Diego”.

El cementerio Amador está en el Chorrillo. Mi abuelo y mi hijo duermen allí. Pero no quiero hablar de eso sino de algo más mundano. Una noche fuera de serie, fuimos a la cantina “Gina” con el boxeador “Marinerito” Celis que acababa de ser noqueado por Ismael Laguna. Pimpito Dutary, que no sé cómo era amigo de tantos boxeadores (entre ellos “El Gato” Bourne), había invitado al Marinerito para escuchar con interés lo que le pasó con el Tigre de Santa Isabel. Nos dijo con sencillez monagrillense que pelear con Ismael era pelear con una pandilla.

Acompañé a Pipiolo hasta el campo de fut de Barraza. Un boay estaba recostado a un poste del arco. Pipiolo le lanzó un cuára y el man lo pilló en el aire. Dijo casi con desgano. «Coge la tamuga que está allí» y señaló un envoltorio de papel de chino a sus pies. Pipiolo lo recogió y salimos en brisa. Vaya, vaya, así se vendía la “yerba santa” en el barrio.

Tuve dos amigas en el Chorrillo. “La Mona”, que conocí en “La Titanic”, cerca del Límite, nocturneando con Toti Guerrero y Mario Molino. Mujer fuerte pero tierna, tenía la lengua áspera como una gata y me levantaba en peso cuando bailábamos. A la otra, la pequeña y olorosa Iris, Fulele la sacó en primera plana de La Hora porque se le habían aparecido los duendes en el cuarto. Dormí allí varias noches. Mucho Carta Vieja, presas de pescao y canciones de Beny Moré. Le pregunté: «¿Y los duendes?», me contestó: «El duende eres tú mismo».

Panamá América
Suplemento Día D
3 deoctubre de 2010

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