Las pandillas juveniles, o las denominadas "maras", constituyen un fenómeno que afecta severamente a la región Centroamérica, en particular los tres países del llamado Triangulo del Norte. Las pandillas son un fenómeno dinámico y de constantes cambios, sin embargo en los últimos años se ha podido observar con preocupación las aceleradas transformaciones y mutaciones en las pandillas juveniles.
Hoy día, las pandillas son más complejas y más sofisticadas, hay un mayor ejercicio de la violencia, tienen más acceso a recursos y armas, y han endurecido sus reglas internas. Su visibilidad en los barrios se ha reducido, operan más en clandestinidad y están dejando el uso de los símbolos tradicionales de la pandilla como son los tatuajes, el caló y la mímica particular.
Estas transformaciones de las pandillas no deben verse aislados de las respuestas de los estados, quienes además de no haber atendido oportunamente las causas generadoras de la violencia, han centrado su intervención en respuestas meramente represivas. Este contexto ha generado que la violencia en el Triangulo del Norte se agudice cualitativa y cuantitativamente, la cual es caracterizada como una de las regiones más violentas del mundo. Esta agudización de la violencia se refleja en un fuerte aumento en los homicidios, el surgimiento de nuevas expresiones de violencia y criminalidad, y nuevas dimensiones de crueldad y barbarie en la ejecución de la violencia. La infiltración de estructuras criminales en los Estados y la existencia de grupos de poderes paralelos ponen en duda la capacidad de los mismos Estados de enfrentar las diferentes expresiones de violencia y criminalidad así como la institucionalidad de los Estados.
Los gobiernos centroamericanos han atribuido la principal responsabilidad del incremento de la violencia a las pandillas juveniles, lo cual ha justificado la implementación de planes de corte represivo dirigidas al combate al fenómeno de las pandillas. Estos planes no solamente fracasaron en reducir los niveles de violencia en la región, sino que han sido contraproducentes en términos de coadyuvar en la mencionada complejización y sofisticación del fenómeno. El enfoque casi unilateral de los políticas y planes de seguridad en las pandillas ha ignorado otras expresiones de criminalidad, las cuales han podido ejercer, expandir y sofisticar sus actividades sin que las autoridades pertinentes les han dado la atención debida.
Si bien hay que reconocer un mayor involucramiento de las pandillas juveniles en el ejercicio de la violencia, reflejado en recrudecimiento de la rivalidad entre las pandillas, ajustes de cuenta interno en la misma pandilla y agudización de violencia hacia la población civil, también es importante señalar que los jóvenes han pasado a ser los principales victimas de la violencia. De igual manera, hay una constante y sistemática violación a los derechos humanos de los jóvenes, y de particular preocupación es el resurgimiento de grupos de exterminio y alto numero de asesinatos con características de ejecuciones extrajudiciales.
Ante esta realidad, la Coalición Centroamericana para la Prevención de la Violencia Juvenil como iniciativa intersectorial e interdisciplinaria integrada por organismos de la sociedad civil organizada en Centroamérica que busca generar una comprensión más integral del fenómeno de las pandillas e incidir en las políticas públicas promoviendo un abordaje integral y comprensivo que favorezca la prevención, reinserción y rehabilitación, expresa:
1. El fenómeno de las pandillas juveniles es un fenómeno multicausal y resultado de una interacción compleja de una serie de factores sociales, culturas, comunitarios, políticos e individuales. Sin embargo, la complejización, la sofisticación y las constantes transformaciones del fenómeno no pueden entenderse sin tomar en cuenta las respuestas represivas por parte de los Estados y la falta sistemática de políticas públicas integrales que busquen generar mejores condiciones y oportunidades de vida para los jóvenes. Si no hay un cambio de enfoque, esta complejización y transformación de las pandillas continuarán profundizándose.
2. A pesar del evidente fracaso de los planes anti-maras, no se ha podido observar un cambio real de enfoque en el combate a las pandillas y la violencia. Si bien se ha observado un cambio en el discurso oficial, en el que las autoridades incorporan la prevención, en la práctica las detenciones arbitrarias y las prácticas de abuso de la fuerza hacia los jóvenes continúan siendo una práctica institucional.
3. Los frecuentes casos de jóvenes asesinados con características de ejecuciones extrajudiciales y el resurgimiento de grupos de exterminio es alarmante, así como la repetida falta de respeto a los derechos humanos de los jóvenes. Es preocupante que muchos de estos casos quedan en la impunidad sin recibir la atención debida de las instituciones de justicia, y que los Estados no están cumpliendo con su papel fundamental como garante de los derechos fundamentales.
4. En este contexto, se vuelve cada vez más urgente que el apoyo técnico y financiero a los gobiernos centroamericanos por parte de la ayuda bilateral y multilateral esté diseñado con base en una comprensión integral del fenómeno de las pandillas y de un análisis previo de las capacidades institucionales de los gobiernos. También es importante que programas que promuevan la prevención, rehabilitación y reinserción se conviertan en ejes fundamentales de los programas de cooperación y de las políticas públicas de los estados beneficiados. Por ello mismo, es importante que los programas preventivos sean diseñados y canalizadas de una forma que ayuda a comprometer a los estados adoptar e implementar estas iniciativas como parte de sus políticas de estado.
En este contexto, la Coalición Centroamericana para la prevención de la violencia ante la Iniciativa Regional Mérida expone:
a) Existe un desequilibrio en términos de los recursos asignados a la región, siendo focalizados mayoritariamente a México, en un contexto en el que la subregión de Centroamérica registra una de los mayores índices delincuenciales del hemisferio.
b) Consideramos importante acompañar estas iniciativas de una previa evaluación de los sistemas de gestión y administración policial de los cuerpos policiales de la región y de una evaluación de desempeño policial, considerando que esta constituye una de las principales debilidades de los sistemas policiales de
Centroamérica. Al respecto es necesario también evaluar el funcionamiento de los sistemas de control interno y externo de los policías, que han sido fuertemente cuestionados en los últimos años. El fracaso evidente de los sistemas de seguridad en la región para prevenir y controlar el auge delincuencial debe justificar la necesidad de hacer un análisis previo de las capacidades institucionales.
c) Por otra parte, el plan debe vincularse con una visión estratégica de los estados en los temas de seguridad, que asegure que será parte de políticas de estado, es decir políticas sostenibles y de largo plazo. Al respecto, es necesario integrarlo en políticas de seguridad integrales que atienda la prevención, el control y aplicación
de la ley y la rehabilitación de los infractores.
d) A su vez, estas iniciativas requieren la incorporación e intervención de diferentes niveles: el enfoque regional, la visión nacional y las intervenciones locales. Al respecto, es importante focalizar y descentralizar importantes recursos en el plano local, dado las mayores posibilidades de éxito que tienen los escenarios locales en la prevención de la violencia.
e) Finalmente, reiterar la necesidad que el Plan de Seguridad Regional para Centroamérica se construya con una visión integral, que favorezcan la prevención, rehabilitación y reinserción, así como iniciativas que fortalezcan la institucionalidad y la promoción y defensa de los derechos humanos de los jóvenes.
Washington, 29 de enero del 2008.
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