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9.8 METROS POR SEGUNDO AL CUADRADO



Andrés Villa
Escritor

Su vida empezó a pasar vertiginosamente por su mente, como un dictamen, al mismo tiempo que por sus ojos los distintos pisos del edificio que bien conocía. Vio al señor José en su ventana del nivel siete aguaitándolos, como siempre lo hacía en las madrugadas, pero, qué raro, lo vio cabeza abajo. Al mismo tiempo recordó cuando llegó a vivir a la edificación. Era aún muy joven, se convirtió en el alma del nuevo vecindario, pero esa parte desfiló en un milésimo de segundo. Enseguida se vio ya un hombre y a muchas familias amigas abandonando el inmueble que se deterioraba. La gente del quinto piso le resultó extraña; sus miradas se cruzaron con la suya, pero rápidamente sus muecas de terror desaparecieron.

Volvió a verse, esta vez discutiendo con su madre y hermanas que lloraban, pero el piso cuatro, tétrico, oscuro y abandonado interrumpió esa parte de su vida. La nueva imagen que percibió no le gustó para nada, se veía sucio, sin dientes, descuidado, preparando droga junto a otros adictos. El piso dos, donde tampoco vivía nadie pues las autoridades poco a poco lo habían desalojado derrumbando sus balcones, despertó una llamada de alarma en su cabeza. Algo raro sucedía. Seguía viendo todo al revés. Entonces recordó la disputa en la azotea con sus secuaces, por el juego de dados y la porción de droga que había consumido sin pagar.

Entendió que era arrastrado de forma irreversible por una fuerza infinita, cósmica. Movió sus manos y sus piernas con la esperanza de asirse a algo.

Un alarido espantoso rebotó en la noche llenándola de horror... Seguido de un golpe seco, brutal y monstruoso.

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