Buscar en este blog

Carta de Disculpas

Dennis A. Smith
Escritor

El fugitivo se ha escondido en el prostíbulo más famoso de la ciudad, lo han acorralado. Un agente encubierto transmite la información y reporta la ubicación a todas las unidades para que se proceda a la captura. Las órdenes son agarrarlo vivo o muerto, preferiblemente muerto por su gran peligrosidad, pues lo que ha hecho no tiene perdón, ni siquiera de Dios.


Jadeando, a punto de desfallecer, sube el último escalón del edificio, entra a un cuarto por la fuerza y cae al suelo golpeándose. La pareja que con ardientes movimientos se revuelca en la cama, salta y se separa asustada.


El hombre desnudo toma su ropa y mientras se viste maldice el lugar y la situación.

--¡Me voy de esta inmundicia!-


La mujer, encolerizada, ya que el cliente se fue sin pagar, agarra una varilla de hierro y se prepara para arremeter contra el intruso. En ese preciso momento entran varias colegas suyas y le impiden descargar su ira. Todas y cada una, hasta la dueña del prostíbulo, toman al sujeto, lo acuestan en la cama, se esfuerzan por limpiarlo con toallas y agua. Se encuentra muy cansado y malherido, ha estado escapando y escondiéndose por varios días desde que publicó ese escrito, pero ya no aguanta más.


Deseo profundamente pedirles perdón a todas las mujeres que habitan este mundo, niñas, jóvenes, maduras y ancianas, pues han sido víctimas inocentes del machismo y la ignorancia de nosotros los hombres. Hago extensible este sentimiento de forma póstuma para aquellas que ya no existen porque confiaron en que nuestra fuerza las protegería de todo infortunio; sin embargo, el infortunio les llegó con nosotros.


Nunca olvidaré las lágrimas que salieron de todas las mujeres que amé y que me amaron; yo las provoqué, aunque sentía una punzada cada vez que caían y reventaban en el suelo, me hacía sentir poderoso, hasta que vi aquellas lágrimas que me abrieron los ojos y no me han dejado vivir en paz el resto de mis días. Las de mi madre.


Los hombres queremos dominarlas, convencerlas de que somos mejores que ustedes, evitar que surjan, se superen y tengan más recursos que nosotros. Deseamos que dependan por completo, para mantener nuestro reinado autoritario, que no sean dueñas de sus vidas, de sus cosas, de sus cuerpos. Sobre todo de sus cuerpos, porque también queremos ser sus dueños. Nos matamos por el cuerpo de una mujer. Lo vemos como una máquina de placer que nos mantiene vigentes y estables, mientras ustedes nos lo obsequian como sello de un pacto de amor. Cada vez que vemos una embarazada decimos despectivamente: “Allá va una, preñada hasta las patas”.


Mientras, ellas van saboreando la sensación del poder que significa gestar a un ser humano. La verdad es que inconscientemente sentimos envidia de que esa panza no sea nuestra. Muy en lo profundo de nuestras almas sabemos que poseen la magia perfecta para mantener la vida fluyendo, para protegerla y amarla. En realidad tenemos miedo de aceptar que el control absoluto de nuestras vidas descansa en sus manos. ¿Qué machos, verdad? ¡Qué machazos! Que cuando vemos una hembra desplazarse en ese delicioso vaivén de caderas obsequiado por Dios para cazar a su presa decimos:


“Esta está buena, buenísima, para darle con ganas”. Pero no escuchas a ninguna decir varonilmente: “Esta está buena para darle con ganas amor, cariño, casa, comida, dinero, sirvienta y todas mis pertenencias”. No hay nadie tan macho así.


Mujeres del mundo: sepan que estamos conscientes de que hemos perdido la partida porque cuando hablamos deseamos que ustedes nos escuchen, cuando dormimos queremos que nos acompañen; cuando estamos tristes y solos, necesitamos de su presencia; cuando las tenemos las olvidamos y cuando no están en nuestras vidas las extrañamos.


Por eso me disculpo ante esta farsa del machismo y quiero que sepan que aunque cualquier hombre niegue todo eso, es verdad. Las amamos, no nos abandonen.


-Este ha sido el único que ha publicado la verdad, por eso todos los hombres lo están buscando para borrar su memoria, su legado y sus palabras. Sobre mi cadáver se lo llevan de este lugar- dijo la dueña del prostíbulo.

-Nos van a tener que matar a todas en este cuarto- dijo otra prostituta.

Ya va subiendo las escaleras una unidad antiterror. La noticia se ha esparcido rápido por el área y todas las mujeres salieron de sus casas con rumbo al prostíbulo.

-Yo sugiero que lo partamos en pedazos y nos lo comamos- dijo una de las mujeres-. No se lo daremos vivo, porque de todas formas ellos lo van a matar. Que muera en manos de las mujeres que defiende, mas no en las de los hombres, porque ahora y aquí, él es una más de nosotras.


Abajo, una turba de mujeres se mete al prostíbulo. La unidad antiterror llega a la puerta del cuarto y la violenta. Ancianas y niñas van subiendo las escaleras también. Entonces, el contingente armado se encuentra con el primer grupo de mujeres manchadas de rojo, expectantes.

-¡Nos lo hemos comido!- gritaron ellas al unísono.

En ese momento, la turba alcanza el cuarto y sometiendo a los guardias va sacando a todas a la vez. Una sola masa femenil abandona el edificio del prostíbulo más famoso de la ciudad ante la mirada atónita del mundo. Entre ellas, una muy maltrecha, con senos de papel, peluca mal puesta y nada gracioso caminar.


Panamá América
Suplemento Día D
El Cuento D
13 de noviembre de 2011

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

PENSAMIENTOS - RBDS