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El indio Zipo

Los congregados del hambre y las necesidades distraían el tiempo hablando de béisbol y fútbol, 
de boxeo y natación que ven a veces por televisión, 
porque no hay canchas abiertas accesibles 
al pueblo en todo el país.
Jairo Henry Pertuz Suárez
PA-DIGITAL

Eran las 11:30 de la mañana. Zipo Vaynara aguardaba, con paciencia, su impaciencia controlada. Había llegado a las 7:00 a.m. luego de recorrer un largo camino: 4 horas a caballo, 2 horas a pie, 2 horas en piragua y luego 6 horas en bus desde San José de David, cercano a la frontera con Costa Rica. Zipo procede de Kanquintú Arriba..., donde se atreven las águilas. Allá no hay vías, sólo las que apisan los seres humanos olvidados, los que sobreviven de sus tribus, comiendo guineo sancocha’o todo el año. Las demás vituallas son un lujo, por escasas e inaccesibles a sus posibilidades económicas, no de ahora, sino de siempre.

Zipo, descendiente puro de nuestra raza aborigen, tiene un sello como tal en toda su anatomía. Su rostro, desgastado por las penurias que le ha impuesto la civilización y el "crecimiento económico", mas no su edad. Solo tiene 29 años y muestra apariencia de 50 o más. Engastado en su rudimentaria vestimenta... cavila, mientras su mirada sombría, pareciera un ruego al Creador.

- Joven - inquirió Zipo a la extraviada funcionaria recepcionista del despacho..., ¿el Honorable me recibirá hoy? - A Zipo le daba igual que fuera legislador, diputado, ministro, autoridad competente, magistrado o director de las nuevas autoridades creadas. Al fin, ha recorrido tantos despachos y, en todos, lo miran por encima del hombro. Es un indio... sólo eso.- La recepcionista asintió... -Sí "tío", no se preocupe, él lo atenderá. - No dijo cuándo o a qué hora.

Zipo, acostumbrado a aguantar hambre, no se preocupó por la respuesta, mas le llamó la atención que le llamara "tío" alguien que nunca en su vida había conocido, ni era familia suya. Además, en la tribu y en sus caseríos, los menores de edad le dicen a los más viejos "señor". -La oficina se llenaba más de gente. Algunos denotaban angustia y ansiedad, otros convencimiento de que, hoy sí recibirían la respuesta positiva que desde hace año y medio, esperan.

- Juani..., dile al señor Pérez que venga la otra semana, - dijo una rubia teñida a la recepcionista. -Juani asintió con una sonrisa nerviosa más que penosa. -Una ayudante de recepción tomó asiento al lado de Juani y empezó a revisar la larga lista de nombres y mensajes que estaban escritos en una libreta dentro de un fólder (o file, a lo gringo).-

- ¿Quién es el señor Zipo?- Zipo levantó el índice del brazo izquierdo..., - soy yo, joven.

- Respondió el zurdo... -Dice el honorable que lo espere, que tuvo que salir al "lunch" con una gente.- El rostro noble del indio palideció más; si estuviera bien nutrido hubiera enrojecido.

Estoico, controlando su rebeldía ante las injusticias que padece él y su pueblo, guardó silencio. Tiene 3 días que ni siquiera ha podido comer guineo sancocha’o, como lo hace en su Comarca. Solo café negro con una hojaldre al día, lo que comen la mayoría de hambrientos negros, mulatos y mestizos en la capital.

La gente se apretujaba en la recepción refrigerada del vetusto edificio. Pareciera este el muro de los lamentos de Jerusalén en la sufrida Palestina. Todos con un ruego. Como si no lo merecieran como ciudadanos. Unos lo traen en la mente, otros, escrito en un papel y otros, en una tarjeta de recomendación con un brevísimo mensaje. Aún con todas sus angustias y preocupaciones, veían pasar en medio de ellos a exóticas funcionarias con aromas de perfumes caros y minifaldas, así como a ensacados "Licen", asesores bien pagados por no hacer nada. Los congregados del hambre y las necesidades distraían el tiempo hablando de béisbol y fútbol, de boxeo y natación que ven a veces por televisión, porque no hay canchas abiertas accesibles al pueblo en todo el país. Las que dejaron los gringos en Albrook fueron vendidas a Panamá Ports y al Ferrocarril. Esos únicos espacios para el pueblo fueron cercenados de un plumazo, con ventajas que producen millones para las transnacionales que compraron estas empresas. Con el dinero de la venta no se ocuparon de construir las 20 canchas cuyos espacios vendieron, construyendo otras, no 20, sino 30, tan necesarias para niños, jóvenes y adultos. Bueno, al fin, ¿a qué político o gobernante le interesa esto? Otros de los presentes hablaban de la vecina picarona, de la balacera entre pandilleros jóvenes cuyo futuro es el cajón de muerto o la cárcel superpoblada.

Hoy mataron a Calito-gun, pilla -, exclamó un espigado moreno. - El barrio ‘ta caliente, -sentenció- Sofía, con sus formas corporales expuestas en una licra, comentaba con Josefa -que ya ni arró pela’o podemo comé... too sube menos los sueldo y la oferta de trabajo... ya no sé qué hacé, - dice Sofía ... voy a tené que quemá más a José pa’ podé nivelá las carga, y a vé cuándo se acabará esta mierda de vida!...

-Así es mama, -consintió Josefa, - ‘ta ‘ta bueno de aguantá calla’o. - Hey, ya a la playa tampoco se puede i, que junto al río era lo único grati pa’ la familia... y a los pela’o los tengo que tené encerra’os como gana’o, poque... ¿a dónde van a ir?,- decía un interiorano, con su viejo sombrerito a la pedrá.

- Ustedes si tan alela’os... ¿cómo que no hay a dónde ir con lo pela’o?... Yo cojo mi bu con la mujé y lo’ tre pela’o y nos vamo pa’ Albroo... - Nadie me va a decí que no podemo entrá... -no pagamo na y tamo too el domingo en el aire acondiciona’o lapé... y lo pela’o monta lo caballito metálico a quara... - ¿Qué ma tú quiere? En Panamá tenemo de too, quejándote too el tiempo ..., si ahí ‘ta Albroo..., ahí ‘ta.

El tiempo seguía su curso y el envejecido Zipo, con los labios secos, notó que los "Licen" empezaban a salir después de trabajar haciendo nada. Las secretarias, con la bolsita de nylon en la mano se dirigen al servicio sanitario. Se acercaba la hora de salida. Faltaba media hora y tenían que estar listas para salir a recoger a sus hijos de las guarderías... y luego, someterse a la tortura y el peligro de viajar en buses diablo rojo de regreso al palomar que tienen por vivienda y que deben pagar por 30 años siendo que a los 2 ya se les está cayendo encima. Son 2 horas para llegar debido a los "tranques" que no causan las protestas de los obreros y los estudiantes, sino la falta de vías... y orden.

Zipo se preguntaba, - ¿por qué fui a votar en las elecciones? Nada cambia para mejorar. La situación de su gente y de la gente de la capital es insoportable.

- Antes de las elecciones, los políticos lo iban a saludar a su ranchito con una sonrisa, un suéter y una gorra. -No te preocupes, Zipo..., le han dicho desde que cumplió los 18..., -todo lo vamos a hacer bien..., tú verás.- ¿Y, qué es lo que ve, qué es lo que recibe? ..., nada.

Siempre escucha por el radio de la comarca, que el país está en pleno progreso, que hay un notable "crecimiento económico", pero ya ni sus matas de guineo crecen, pues hasta allá han llegado los "inversionistas" y montaron una explotación minera que acabó con los árboles y plantas, con los pájaros y las flores silvestres, con los peces y camarones de los ríos. Los niños y los envejecidos adultos están muriendo de gripe y vómitos, y, por sus conocimientos botánicos y de curandero, Zipo sabe que la contaminación mata, que la falta de atención a la salud y de medicamentos alopáticos es sólo la punta del iceberg. El problema está en la desnutrición de su pueblo. Él sabe que esto los está acabando.

Zipo se levantó de la sucia butaca donde ya casi estaba pegado de estar sentado esperando al Honorable para que lo atendiera. Tenía ya 10 horas de estar allí ese día.

Se acercó a Juani y le dijo: -Dígale al "Honorable" que ni siquiera es hombre, pues no tiene palabra. Que si cree en Dios, que Dios le pague o le cobre a él y a todos los que son como él.- y sentenció... - un día no muy lejano ya, saldré con mis bravos y nuestras flechas a exigir lo que nos corresponde..., nos aliaremos con los obreros, maestros y estudiantes para acabar con los abusos y la desidia... dígaselo así mismo, ya me cansé de pedir lo que nunca me darán por las buenas...-

Se fue decepcionado, frustrado, por la forma en que no lo atendieron, recibió el trato común que se le da a los indios, a los pobres de nuestro país. Fue una demostración más de la incapacidad y el poco importa con la mayor cantidad de la población. La desidia irresponsable que recibe como respuesta la mayoría de la población. Se fue meditando en cuál será el camino que deberán recorrer, él y su tribu, así como las demás esparcidas por todo el territorio nacional, como mendigando educación, salud y oportunidades. El lamento de Zipo fue un grito de batalla que desde el cerro más alto rugió como un trueno. Es la voz de los olvidados, los verdaderos dueños de nuestro país y su destino... la voz de los verdaderos americanos.

Panamá América
Suplemento Día D
8 de agosto de 2010

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