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¡Coge un chat, sé un idiota!

“Es más fácil no entrar que salir”
Montaigne


Ernesto Endara
ESCRITOR
Vive tu vida a plenitud. Lo contrario es desvivirla. Vivir es un proceso de maduración. El cuerpo humano es una maravilla, rodeado de maravillas. Cuando amas sientes el buen pálpito de la vida. Ves cuando una mujer compra una chicha de tamarindo para su hijo, y eres capaz de saborearla desde lejos; de “La bola de oro” sale un bendito olor a pan, aspíralo sin pudor; un vendedor callejero te ofrece una rosa, sonríe si no la compras; un anuncio de neón te seduce con palabras de colores; la lluvia cae, vivifica la tierra y te moja, restriégate la cara; con silbidos un niño dialoga con su perro, tú entiendes el lenguaje; un obrero repella una pared y una linda mujer lo mira, envídialo. ¡Qué gloria estar vivo! Respirar, moverse. Hablar, saludar, discutir, leer, abrazar. ¡Una maravilla! La vida es un colibrí revoloteando a tu alrededor, un escaparate lleno de deseos y ambiciones.

Estás vivo, avanzas.

De pronto, todo se convierte en humo asfixiante que envenena el corazón, caminas sin rumbo por un callejón sombrío, sucio, interminable. Tus pasos vacilantes te conducen a una covacha inmunda. El mundo se encogió, es una habitación estrecha y sórdida: el calabozo de tu dependencia: ¡La droga! Te has enviciado con una droga. Dejarás de ser hombre, porque es un exhombre quien pierde su voluntad.

Si aceptas la carrasposa invitación: «No seas idiota, coge un chat», serás un verdadero idiota. Pones el futuro de tu cerebro y la magia de tu existencia en las manos de un narcotraficante... y tus dólares en su bolsillo.

La droga es tren diabólico, viaje de ida sin vuelta. En la primera estación pinta estrellas de colores; en la segunda, te hieren sus puntas; en la tercera, explotan globos de aguas negras; en la cuarta, caes de rodillas y te hundes en la ciénaga.

Consumir droga es un acto estúpido –porque es estúpido lo que atenta contra nuestro cerebro y nuestra vida–, encima es cara. Devora lo que tienes en el bolsillo y te roba talento y energía. Como si fuera poco, la cocaína quita el hambre de mala manera: te llena los intestinos de ácido y úlceras. Te quita el sueño, renunciando al fantástico vagar onírico que es como el cuerpo se revigoriza. Otra de sus bellezas: te imposibilita para el amor, tanto físico como espiritual. Y eso, amigo mío, es pérdida total, porque el amor es la verdadera viveza de la vida.

Panamá América
Suplemento Día D
SOLILOQUIOS
16 de octubre de 2011





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